Témpera sobre papel, 30x22, 2013
Tras la reciente muerte de mi padre, hace justo una semana, mi ánimo desconfiaba bastante de asistir a una obra de teatro de mi admirada Zaranda, más que nada porque lo tétrico y los ambientes opresivos y deprimentes suelen ser una constante en sus obras. Pero por otra parte necesitaba evadirme e intentar alejar de mi cabeza los dolorosos recuerdos y para ello esta obra, El Régimen del Pienso, tuvo de todo. De nuevo volvió a encantarme una obra del grupo jerezano, que fieles a su estética de lo añejo y polvoriento, de lo viejo y de lo cutre, representaron magistralmente sobre el escenario del Villamarta, sus cuidadas y pictóricas escenas de tintes tenebristas, su mundo de esperpento y surrealismo. Esta obra además me pareció más rica y atractiva que otras, en cuanto a imágenes para representar, con la estética de oficinistas siniestros con tirantes, corbatas y viejas carteras, con cerdos personificados, médicos aún más siniestros que los oficinistas y los archivos y los viejos flexos como si fueran un personaje más. Pero al final la muerte tenía un fuerte protagonismo que me hizo recordar lo que no quería, así que recordé más que me evadí. Son las circunstancias.
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