Óleo sobre lienzo, 90x60, 1983
De niño se me hacían los veranos eternos, un tiempo espeso que el fuerte calor se encargaba de relentizar, de alargar. Quizás el primer verano en el que perdí esa sensación y de repente se acortó, fue el verano del 83, mi primer verano en la carrera. Ese verano conocí a Margari y Tello, pintores de mi pueblo con los que salí a pintar varios paisajes del entorno ecijano, la mayoría de las veces a pleno sol y en alguna ocasión , algún nocturno. En alguna salida, como la de la Molina, nos acompañaban otros pintores como Keke, Vicente y mi primo Guillermo. La Molina, viejo y derrumbado molino de harina a orillas del Genil fue escenario de una historia entre pintores que llevé a un perdido e inacabado cómic. Recuerdo cuerpos desnudos pintados de óleo, baños de río, peregrinajes a La última Copa ( el último bar del pueblo, antes del cementerio) a por cerveza, cuadros que se llevó el Genil y más historias divertidas que mejor se cuentan en mi perdido cómic, que algún día encontraré.
La imagen que hoy traigo es la de mi inacabado cuadro de aquel día, que fue raro que no acabara también arrastrado por las aguas.
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