Témpera sobre cartulina marrón, 2018.
En mis cantaores anónimos, que ya van muchos en este blog y se van haciendo merecedores de una etiqueta, no intento atrapar gestos concretos, ni momentos únicos, ni parecidos razonables, ni dolores de cante, ni sombras y penumbras. Sólo son un ejercicio gestual, de total libertad, una manera de improvisar imágenes que representan el momento del cante y que a mí me liberan, me dan alas, me sirven de terapia y también, son mi forma de cantar.
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