Acrílico sobre tabla, 52x41, 2010
Primera salida campestre del año después de tanta lluvia, con botas de agua y los avíos de pintar al hombro. Por la Calzada romana, entre Ubrique y Benaocaz, me acomodo sobre una piedra en medio de un arroyo que luce su modesta pero imponente cascada frente a mí. Al principio todo es idílico, sólo se escucha el canto de los pájaros y el fuerte rugido de la cascada pero a medida que pasa el tiempo el sonido del agua se hace demasiado cansino, hasta duele la cabeza y la humedad se va colando por los huesos, de forma que no aguanto más de una hora y decido buscar unos esparragos para completar la jornada.
Muy logrado, Manolo. Los que estamos enamorados de estos rincones los reconocemos en cuadros como éste. Un abrazo.
ResponderEliminarTenía ya unas ganas tremendas de sentarme frente a un arroyo y ponerme a pintar con los sentidos perdidos y disfrutando del momento, pero a veces las circunstancias te desbordan.Y te entran las prisas y el resultado quizás ya no se el que esperabas, aunque al final miro y remiro y me gusta. Lo próximo, Pajaruco que espero que siga cargado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se siente el agua al correr.
ResponderEliminar