Témpera sobre cartulina, 33x25, 2010
Nueva visita al cementerio sevillano tras la calurosa del pasado mes de Agosto, ahora con un tiempo más acorde con la Parca, tan presente y tan dueña de todo por estos lares. Tras tratar con los siniestros burócratas asuntos de cenizas y urnas tras territorios caducados, pasamos a buscar el nicho de mi suegro, pero el asunto resultó casi imposible por estar anegadas la mayoría de las calles, que mostraban el mismo abandono del verano y un impresionante apogeo de lo Kistch que contrastaba con la belleza que las aguas habían dado a los arboles y a los bronces, a las viejas piedras con formas de angel y mujeres dolidas. El ambiente de cielos negros y calles solitarias, algún oscuro paragua solitario perdido entre un mar de tumbas blancas tenían esta vez de banda sonora el retumbar de truenos en vez de los desagradables ruidos de las obras veraniegas, y quizás lo peor es que la humedad reinante no era capaz de diluir el fuerte olor a carne quemada.
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