( Higuera, Oleo sobre lienzo, 62x50, 1991)
Desde niño vengo arrastrando un enfermizo afán recolector, más que una inquietud es un veneno tan fuerte como el dibujar; Venenos dulces.
Recuerdo cuando me subía a los naranjos a orillas del Genil a coger naranjas mientras mi abuela Gloria las echaba a un saco. Años más tarde en la otra orilla del Genil y más cerca del pueblo localicé varios granados y membrilleros que durante varios septiembres me apresuraba a recoger con un entusiasmo que los años no ha hecho desaparecer.
Ahora, en la sierra de nuevo, el principio del otoño me ofrece sus frutos de temporada, las moras de zarza, las granadas, los higos y los peligrosos higo chumbos, a la espera de que lleguen los tiempos de espárragos y tagarninas. Esta semana mientras cogía los últimos higos de una higuera pasó un lugareño y me dijo: Está mala la cosa ¿no? y me dejó totalmente confundío, dudando si la frase iba por estar la higuera en las últimas o por imaginar que era mi precaria economía la que me tira al monte a recolectar.
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