Acrílico y acuarela sobre papel, 30x22, 2011
Vuelvo a Nueva York después de 13 años, y siente uno que la capacidad de sorpresa ya no es la misma. Entonces, las emociones se condensaron en apenas 6 horas, robadas a la espera del aeropuerto, y cuya intensidad dió para coger el metro , callejear, subir al Empire y acumular sensaciones a un ritmo rápido. Ahora hemos pasado 4 dias y aunque hemos visto los mejores museos, la estatua de la libertad, Central Park, el puente de Brooklyn, las vistas nocturnas, cientos de tiendas y mercados... sentimos que nos ha sabido a poco por lo mucho que hay que ver, pero que hemos disfrutado más que nunca gracias al contagioso entusiasmo y alegría que transmite nuestra Violeta.
A Violeta le ha encantado correr, saltar, bailar y reir por las avenidas y calles de Nueva York. le ha gustado visitar el MOMA, el Metropolitan y charlar con los negros que venden sobre el puente de Brooklyn, ha disfrutado con los helados y los músicos callejeros, con los columpios de neumáticos de Central Park y tirándose sobre las camas y sofas de las tiendas.
En cambio no le ha gustado y se ha asustado con las ruidosas sirenas de los bomberos, con el monigote de King Kong del Empire, con todos los bichos del museo de Historia Natural y los inoportunos perros que salen de un negocio sin avisar.
Manhattan, la gran manzana,la ciudad todavía herida, nos ha vuelto a impresionar. A cada rincón, levantar la mirada era encontrarte con fantásticas vistas, espectaculares juegos de alturas y verticalidades, cientos de contrastes y combinaciones de materiales, colores, reflejos, texturas y luces que te envenenan con un fuerte deseo de representar e interpretar.
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