Aguada y rotulador,31x23,2011
Hay bares con alma, aunque ésta se esconda entre la mugre de sus paredes, entre los cientos de cachivaches que cuelgan de ella , en las peculiaridades de su camarero y en la curiosa variedad de su clientela. A cada trago que pedías, el bajito y renegrío tabernero te clavaba un huevo duro en la barra por gentileza de la casa, entre sus tapas figuraba costillares de cerdo y trozos de tocino que se asaban al fuego de la chimenea y un seco jamón cortado de forma salvaje. Después pedías la cuenta y ésta se hacía a voleo, dejando siempre unas cuentas irrisorias por lo barata que eran.
Hoy traigo una imagen de ese bar ubriqueño, también llamado Al Andalus, que frecuenté hace más de un lustro con Antonio el músico y Mangas, y que creo que ya no existe o que perdió su esencia hace ya tiempo.