Aguada y témpera sobre papel de estraza, 40x30, 2012
" A mis dos seres más queridos y adorables: Joaquina y Violeta", reza la dedicatoria que en su parte inferior, acompaña a la fotografía en la que me inspiro para retratar y homenajear a Francisco Perera, abuelo de Cari, republicano exiliado en Portugal, Orán y Francia, lugares desde los que nunca perdió la esperanza de reencontrarse de nuevo con sus dos seres más queridos. Casi 20 años después de la foto, Francisco mandó a una pareja de amigos franceses para que convencieran a su mujer y a su hija de que se reencontraran de nuevo en Francia, pero la hija ya no quería dejar su tierra, su pequeño rincón en la serranía de Huelva, una idílica Cerca de encinas y alcornoques, su particular paraiso, para volver con un hombre al que no veía desde que tenía seis meses, un hombre que había vivido todos esos años con la amargura de no tenerlas cerca. Después de la negativa, Francisco rehizo su vida, se casó, tuvo dos hijos y volvió a España años más tarde, pero su vida había quedado truncada por los duros años de exilio, lejos de lo que más quería.
¡Qué historia tan triste! Y sin embargo, el retrato tiene una dulzura y una paz que no habla (afortunadamente) de tanta pena, sino de mucha esperanza.
ResponderEliminarSupongo que Violeta es también el nombre de la abuela de Violeta.
Más triste es la historia de Ramón Soto, su otro abuelo, que murió fusilado y al que algún día retrataré en este blog. Y sí, Violeta es la abuela de mi hija.
ResponderEliminarBesos.