Acrílico y Óleo sobre tabla, 100x80, 1993
De los cuadros que pinté en mi estudio portuense de la calle Conejitos, éste tenía la particularidad de ser el primero en el que dejaba atrás mi etapa de pieles blancas de Algodonales, y me aventuraba en pintar con tonos tierras, ocres y rojos, colores cálidos a los que 20 años después me cuesta renunciar.
Lleva varios años colgado en mi antiguo centro ubriqueño de Las Cumbres.
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