Témpera sobre papel Artagain, 23x16, 2015.
El sordo no es sólo un bar que ha cerrado sus puertas hace unos meses, es un lugar que pertenece a mi infancia y a mi memoria más remota y sentimental. Es el Bar de enfrente de la casa en que nací, donde jugué mis primeras partidas a las máquinas de petacos, donde unos monos subían a una palmera, un bar de cazadores donde siempre me sentí atraído por los grupos de galgos que los domingo por la mañana esperaban en la puerta el café y los anises de Fuente de sus dueños , un bar de encuentro, de rancios cantes y de muchos recuerdos. Así que sirva esta imagen de homenaje a ese lugar recientemente perdido y que ya plasmé en alguna ocasión más. Obra inspirada en este dibujillo del 2000.
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