Rotulador y aguada, 2018.
Ya muy cerca de cumplir los 86, la memoria de mi madre es frágil y quebradiza como un cristal, sobre todo para el pasado más reciente e inmediato donde el olvido, ese hueco cerebral que a todos nos amenaza, es una constante que acaba desesperando a todos los que la rodean. Pero sí tiene memoria para recordar todo lo que sufrió de niña, una niña sin infancia, tristemente explotada en las duras labores del campo y en el cuidado de sus abuelos enfermos. Y hoy no ha dejado de sorprenderme, porque cogió el libro Vidas Paralelas, de Carlos Pérez Merinero, obra genial que he tenido el placer de ilustrar y se lo leyó enterito, en voz alta, insultando a un personaje que asesina a una mujer, viviendo la trama y comentando las escenas durante las casi dos horas que se me pasaron rapidísimas. Sólo que esa memoria frágil y quebradiza hizo desaparecer de su cabeza en apenas unos segundos la historia que acababa de leer, como cristales rotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario