Acuarela y rotulador, 2017.
Vuelvo a Galicia muchos años después y me encuentro a la catedral de Santiago, maniatada entre andamios, empresa difícil dibujarla por su fachada, así que recurro a un rincón de su callejeo donde una de sus torres aparece altanera entre los soportales abarrotados de veladores. Me ha encantado volver a esta región después de tantos años y comprobar que su gastronomía sigue siendo un placer para los sentidos, que no es difícil encontrarte con la Galicia profunda de leyendas, que es un gustazo callejear por Santiago y Pontevedra, que la primavera aparece potente entre sus veredas donde buscábamos hórreos y cruceiros y de que no sólo es verde el color mayoritario de su paisaje norteño: está el azul verdoso del mar y sus mil matices entrando salvaje y potente en la memoria colorista de este viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario