Témpera sobre cartulina, 2017.
De vez en cuando siento una necesidad gigante de volver a mis obras más mías y personales, de desahogarme con pinceladas y trazos salvajes, únicos para espantar fantasmas e inquietudes. Uno siente que nunca debería de abandonar ese camino, pero es inevitable volver al dibujo tranquilo y sosegado, dentro de mis nervios, que es síntoma de la vida relajada, de una edad y de una madurez en la que no me suelo reconocer. Las contradicciones que siempre me arrastran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario