Acuarela y rotulador, 2017.
Lejos de ser un anacronismo, los tranvías, supervivientes a la modernidad y a los cambios, se han convertido, en ciudades como Lisboa y San Francisco, en iconos y señas de identidad de la propia ciudad. Los viejos vagones de madera conservan el encanto decadente de otras épocas, sortean con poderío las empinadas cuestas y sirven de llamativa atracción a la plebe turística, deseosa de tirar fotos tras su lento caminar. Esta acuarela es el resultado de colorear un apunte del natural, dibujado en la parada inicial del tranvía que sube por la calle California.
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